Obligado a Casarse: ¿Puede el Amor Nacer de un Contrato Absurdo? CEO y Estudiante

Capítulo 2 – La Convivencia… ¿Mortal?

Primer desayuno como matrimonio. Hae-Won baja con pijama de ositos, pantuflas peludas y el cabello recogido con un lápiz. Taehyun la mira como si estuviera viendo una criatura mitológica.

—¿Vas a desayunar así?

—¿Hay un código de vestimenta para la cocina? ¿Me perdí eso en el contrato?

Taehyun suspira, elegante con su traje planchado, ya listo para ir a la oficina. Hae-Won, con la boca llena de tostadas, le hace un saludo militar.

—¡Ánimo en la jungla corporativa, CEO-nim!

Él decide ignorarla… por ahora.

Una hora después, Hae-Won grita desde su habitación:

—¡¿Taehyun?! ¡El agua caliente no funciona!

—¡Porque la activación está programada en mi baño!

—¡¿Y eso qué significa?!

—Que puedes usar el mío… si no haces un desastre.

Hae-Won aparece con su toalla, entra al baño real digno de una revista de lujo, y grita emocionada:

—¡Esto tiene más botones que mi laptop! ¿¡Qué hace este…?!

Presiona un botón y activa el modo “spa completo”, que lanza chorros por todas partes. Taehyun, que justo entraba por una toalla, queda empapado.

Silencio.

—…Lo arreglaré, lo juro.

Hae-Won decide cocinar para compensar el desastre. Lleno de motivación, busca una receta en YouTube.

Resultado: humo, una sartén chamuscada y algo que parece moverse por sí solo.

Taehyun entra a la cocina y tose por el humo.

—¿Estás tratando de matarme para quedarte con mi herencia?

—No, todavía no me pagas el primer mes —responde con una sonrisa cínica.

Él llama al chef personal. Hae-Won se rinde. Pero se roba tres macarons antes de que se dé cuenta.

Taehyun la lleva a su primer evento como su esposa falsa. Hae-Won, con vestido alquilado, tropieza en la alfombra roja.

—Estas alfombras tienen algo en contra mía.

—Camina recto, sonríe. No hables.

—¿Quieres que también respire menos?

En la gala, alguien le pregunta a Hae-Won si es diseñadora de modas. Ella, sin pensar, responde:

—Soy ninja encubierta. Pero hoy vine de gala.

Taehyun se atraganta con el vino. El director de moda ríe encantado.

—¡Me gusta tu estilo!

Esa noche, Hae-Won llega cansada pero divertida. Mientras se desmaquilla en la sala, ve a Taehyun con un libro de economía.

—¿Alguna vez hiciste algo divertido en tu vida?

—Leer balances es entretenido.

—…Eres un ser oscuro.

Ella saca una caja de juegos de mesa de debajo del sofá.

—Vamos, una partida de Jenga. Si ganas, no te hablo por tres días.

—Hecho.

Pierde a los dos minutos por su impaciencia.

—¡Eres un robot con suerte!

—Soy precisión pura.

Se ríen. Fue extraño. Cómodo. ¿Demasiado cómodo?

Al día siguiente, la madre de Taehyun llega sin avisar. Hae-Won, en pijama con estampado de ramen, corre a esconderse.

—¡¿Tu madre está aquí y no me avisaste?! ¡Podría demandarte por trauma psicológico!

Taehyun la mete al clóset.

—chuu. Solo por cinco minutos. Es que… aún no le conté que estás… tú sabes… viva.

—¿QUÉ?

—¡Casados! Quise decir casados.

La madre entra.

—¿Ese ruido fue un gato?

—Sí. Un gato… muy hablador.

Hae-Won estornuda.

—¡Miau!

Esa noche, Hae-Won escribe con marcador indeleble “EL CEO DEL DRAMA” en la funda de almohada de Taehyun.

Él descubre la broma, pero no dice nada. En cambio, la mañana siguiente, reemplaza su champú por pintura temporal rosada.

Hae-Won sale de la ducha gritando:

—¡Me convertiste en una frambuesa con patas!

—Ahora estamos a mano.

—Te haré pagar, Kim Taehyun. Te haré pagar caro…

Mientras Hae-Won duerme en el sofá viendo un drama coreano, Taehyun pasa frente a ella.

Ella murmura medio dormida:

—Taehyun… no seas tonto, claro que te gusto…

Él se detiene.

—¿Qué?

Pero ella solo ronca suavemente. Él la observa por unos segundos.

—aishh… seguramente hablaba del personaje del drama.

Pero su expresión cambia por un momento. Como si… se sintiera feliz.

Un paparazzi logró tomarles una foto en el evento formal. Sale en una revista con el título:
“La esposa desconocida del CEO Kim: ¿Un matrimonio secreto?”

Hae-Won se ríe tanto que casi se cae del sofá.

—¡Salgo borrosa! ¡Parezco Bigfoot con vestido!

Taehyun niega con la cabeza.

—Eres la primera esposa que arruina mi imagen… y no me molesta tanto como debería.

—¿Eso fue un cumplido?

—…No lo sé.

Esa noche, ambos están sentados en el jardín de la mansión, cada uno con una bebida caliente.

—Oye, Taehyun… —dice ella mirando el cielo—. ¿Tu abuelo era feliz?

Él duda un momento.

—No lo sé. Creo que no.

—Pues espero que tú sí lo seas. Aunque estés casado con una universitaria con cero glamour y muchas ideas raras.

—Al menos eres honesta.

—Y tú, al menos, no eres tan terrible cuando no hablas.

Ríen. El silencio se vuelve cómodo otra vez. Algo cambia, suave, como la brisa de abril.

Capítulo 3 – Más Allá del Ruido

Hae-Won siempre sonreía. En casa de Taehyun, era como una tormenta de confeti, impredecible, ruidosa y colorida. Pero esa tarde, al volver de la universidad, su energía era distinta. Colgó su mochila sin decir nada y fue directo a su cuarto.

Taehyun lo notó de inmediato. Normalmente, ella entraba gritando algo como: “¡Sobreviví a la clase de economía como una reina sin reino!”
Pero esa vez… nada.

Se quedó mirando la puerta cerrada. Murmuró:
—¿Qué te pasa ahora, tornado con cara de osito?

Hae-Won se sentó en la cama, abrazando una almohada. En redes sociales, todos sus compañeros de universidad subían fotos en clubes, cenas, festivales. Ella no. Ella pasaba las noches con libros, trabajos, café barato y ansiedad.

Tenía becas que mantener. Padres que no podían ayudarla. Un pasado lleno de promesas que aún no había cumplido.

Y en esta mansión enorme, con ropa prestada, jugando a ser la esposa de un CEO… a veces, se sentía más sola que nunca.

Taehyun no sabía expresarse, pero sabía observar. Esa noche, Hae-Won ni siquiera hizo un comentario sobre su corbata ridículamente cara.

Fue hasta su puerta, dudó… y golpeó una vez.

—¿Qué?

—Vamos a cenar.

—No tengo hambre.

—No fue una pregunta.

Silencio.

—Vamos. Me debes una por lo del pelo rosa.

El auto los llevó a un restaurante en la cima de un edificio. Vista a toda la ciudad. Luces tenues. Música suave. Hae-Won abrió los ojos como platos.

—¿No tenías una opción menos… impresionante? ¿Un carrito de ramen en la esquina, quizás?

—Quiero ramen. Pero no contigo.

—¡Oye!

Se rió. Taehyun también.

Por primera vez en todo el día… ella sonrió.

—¿Por qué vinimos aquí, en serio? —preguntó ella mientras comía como si no hubiera mañana.

—Parecías apagada. Y tú eres molesta cuando estás apagada.

Hae-Won levantó una ceja.

—¿Eso fue un gesto de preocupación disfrazado de insulto?

—No. Fue un insulto con doble intención benéfica.

—¡Eso ni siquiera existe!

Él levantó la copa de agua.

—Brindo por las becas, los ramen instantáneos, y las personas molestas que hablan dormidas.

Ella se atragantó riendo.

—¡¿Qué más escuchaste mientras dormía, stalker?!

—”Odio al CEO pero sus camisas huelen bien.”

—¡MENTIRA!

—No tengo muchos amigos, ¿sabes? —dijo ella, sin mirarlo.

—Ya me di cuenta.

—Gracias por ser tan sensible.

—Solo digo hechos.

Ella sonrió.

—Siempre fui la que estudiaba mientras los demás salían. La beca no se iba a ganar sola. Y ahora, en esta vida de lujo, aún me siento como la intrusa del grupo de WhatsApp.

Taehyun la miró en silencio, con una expresión que nadie más conocía. Algo entre admiración y… incomodidad emocional.

—Eres más fuerte que la mayoría. Solo no sabes cuánto todavía.

Al volver a casa, pasaron por una calle con bares y luces de neón. Hae-Won se detuvo frente a un letrero de karaoke.

—¿Nunca hiciste algo impulsivo, Taehyun?

—Definamos “impulsivo”.

—Esto.

Tiró de su mano y lo metió al lugar. Rentó una sala privada y le pasó el micrófono.

—Tu turno. Canta.

—No.

—¡Canta o te publico la foto de tu funda de almohada!

Suspiró… y eligió una balada clásica. Sorprendentemente, no cantaba mal. Hae-Won lo miró boquiabierta.

—Es oficial. Me casé con un alien.

Cuando fue su turno, Hae-Won cantó un tema pop ochentero con coreografía incluida. Saltaba por la sala, giraba, desafinaba como si no hubiera mañana.

Taehyun terminó riendo tanto que casi se le cae el micrófono.

—¿Sabes qué? Eres ridícula.

—Pero divertida. Y por primera vez en días, me siento… viva.

Silencio.

—Gracias por sacarme hoy.

Él la miró y dijo, bajito:

—No me gusta verte triste. Rompe la armonía de la casa.

Hae-Won sonrió.

—¿Y tú qué sabes de armonía?

—Yo la inventé. Soy el CEO de la armonía.

Ambos rieron.

Al llegar a casa, Taehyun le abrió la puerta del auto.

—Wow, todo un caballero. ¿Te caíste y te golpeaste la cabeza?

—No quiero que le pongas una demanda a mi chofer si tropiezas de nuevo.

Hae-Won lo empujó con el hombro.

—De verdad… gracias, Taehyun.

—Duerme. Mañana vuelves a ser la esposa inútil que canta en el baño.

Ella rió.

Pero cuando entró a su cuarto, se dio cuenta de que había dejado sobre su cama una cajita con… lápices nuevos, marcadores, y una nota que decía:

“Para que sigas estudiando con estilo.”

Firmado: El CEO de la armonía.

Taehyun se quedó en el estudio, mirando la ciudad desde el gran ventanal. No entendía por qué, pero esa noche… se sentía bien.

Hae-Won era un desastre, sí. Pero uno que… poco a poco… le estaba ordenando el corazón.

Capítulo 4 – El Esposito Falso

Taehyun caminaba por los pasillos de su empresa como quien flota. Su traje impecable. Sus zapatos brillaban tanto que podían usarse de espejo.
Los empleados lo saludaban con una mezcla de respeto y adoración:

—¡Buen día, CEO kim!

—¡Buenos días!

—¡Qué corbata tan elegante, señor!

Él asentía con esa cara neutra que lo hacía ver inalcanzable. Pero por dentro…

“Hae-Won es linda…” pensaba.
“Y buena. Y cocina como si la cocina le debiera dinero… pero lo intenta.”

Se golpeó suavemente la frente con un portapapeles.

—Concéntrate, Taehyun. Es solo un trato. Un trato.

Mientras revisaba informes con su asistente, un pensamiento se coló como mosquito:

“Ayer sonrió cuando me dejé un mechón fuera del peinado… dijo que parecía un idol en decadencia.”

Y sonrió.

Su asistente, al verlo, quedó en shock.

—Señor… ¿acaba de sonreír?

—¿Qué? No.

—Sí. Fue una micro-sonrisa. Casi imperceptible, pero real.

—¿Y?

—Voy a anotar esto en mi diario.

Durante una reunión con inversionistas, Taehyun intentó concentrarse. Pero la imagen de Hae-Won con una mascarilla de aguacate y un calcetín colgando de una oreja —porque “era multitasking”— se le metió en la cabeza.

“Debo mantener la distancia. Solo es una farsa. Una estrategia legal.”

Y luego pensó:

“Pero… es tan divertida. Tan auténtica. Tan Hae-Won.”

Suspiró. Y volvió a golpearse la frente discretamente.

—¿Se encuentra bien, CEO kim? —le preguntó un ejecutivo japonés.

—Sí. Solo… nostalgia por mis… clases de yoga.

Todos asintieron con respeto.
Nadie se atrevería a cuestionar al CEO kim.

Esa noche, al llegar a casa, abrió la puerta y se detuvo en seco.

Había velas. Música instrumental suave. Y un olor delicioso.

—¿Estoy en el lugar correcto?

Hae-Won apareció con un delantal que decía “Chef de YouTube en práctica” y una mancha de harina en la frente.

—¡Bienvenido! Esta noche, el restaurante “La Caótica Hae-Won” abre sus puertas.

Él no pudo evitar sonreír.

—¿Qué es todo esto?

—Una cena para mi esposito falso.

Hae-Won presentó el menú con voz de presentadora de reality:

—Entrada: ensalada con cosas verdes.
—Plato principal: pasta con salsa que no me quemó (esta vez).
—Postre: algo dulce que encontré en el fondo del refrigerador y no tenía moho.

Taehyun se echó a reír.

—¿Qué categoría de estrellas Michelin tiene este lugar?

—¡Cero! Pero compensamos con buena onda y salsa extra.

Mientras comían, Hae-Won lo miró curiosa.

—¿Cómo fue tu día, CEO kim?

—Normal. Trabajo. Reuniones. Más reuniones. Me acordé de ti en medio de una presentación, lo cual fue peligroso.

Ella parpadeó.

—¿Eh?

—Nada. Olvídalo.

—¿Estabas pensando en tu esposa falsa mientras firmabas contratos millonarios? Uy, Taehyun, estás cayendo.

Él tomó agua como si fuera vodka.

—No estoy cayendo.

—¡No dije nada!

Después de la cena, mientras recogían los platos (y luchaban con el lavavajillas que Hae-Won juraba que estaba poseído), ella dijo:

—¿Puedo preguntarte algo?

—Depende.

—¿Alguna vez estuviste enamorado?

Taehyun se quedó quieto.

—No.
O tal vez sí, pero nunca duró.
Mi vida fue más… lógica que emocional.

Hae-Won lo miró con ojos suaves.

—Me alegra no haberte conocido antes. Ahora soy yo quien puede ver lo que nadie más vio.

Taehyun bajó la mirada, visiblemente afectado por esas palabras.

—No digas esas cosas. Recuerda… esto es solo un trato.

—¿Y si dejo de recordarlo un ratito?

Él no dijo nada. Solo la miró como si ella fuera una canción que había olvidado que le gustaba.

Y luego murmuró:

—Si me sonríes así otra vez, voy a empezar a creer que esto no es solo un trato.

Ella le lanzó una esponja de lavar.

—¡No te pongas romántico justo cuando el fregadero está lleno!

Después del postre, Hae-Won sacó una baraja de cartas y lo desafió a una guerra de juegos absurdos: “El que pierde lava los platos de mañana.”

Taehyun perdió. Tres veces.

—¡¿Por qué eres tan buena en esto?! ¡No tiene lógica estadística!

—Porque practiqué con mis vecinos cuando era niña. Si perdía, tenía que hacer la tarea de matemáticas de todos. ¡Aprendí por la fuerza!

Él la miró con una mezcla de horror y respeto.

—Eres una guerrera.

—Soy tu esposito falsa guerrera.

Esa noche, Taehyun no podía dormir.

Miraba al techo, pensando en la risa de Hae-Won, en cómo se movía en la cocina, en cómo todo lo que hacía era un desastre hermoso que comenzaba a importarle más de lo debido.

“Solo un trato. Solo un trato.”

Se tapó la cara con una almohada.

Pero su corazón, el muy traidor, murmuraba otra cosa:

“Solo Hae-Won. Solo Hae-Won.”

Capítulo 5 – No tan Falso

Esa mañana, Hae-Won encontró un sobre en el buzón. Pensando que era propaganda, lo abrió sin cuidado.

—Hmm… ¿“Notificación de divorcio”? —leyó en voz alta, confundida—. ¡¿Quéee?!

Taehyun salió de la ducha justo en ese momento, secándose el cabello.

—¿Qué gritaste?

—¡Me estás dejando! ¡Y sin café!

Él arqueó una ceja, se acercó, leyó el sobre… y se rió.

—Es para el 602. Somos 603. Devuélvelo, loca.

—Ahh… ¡Pues igual me dolió!

En plena mañana, Taehyun recibió una llamada que lo tensó.

—¿Sí?

—Hola, oppa.

Su expresión cambió. Hae-Won notó cómo se le endureció la mirada.
Después de unos segundos de silencio, él respondió con voz seca:

—No me llames así. ¿Qué quieres?

Ella no pudo evitar escucharlo. Cuando él colgó, Hae-Won preguntó:

—¿Quién era?

—Nadie.

—”Nadie” te llamó oppa con voz melosa. Me siento amenazada.

Él solo negó con la cabeza y se fue directo a trabajar.

Esa tarde, Hae-Won fue a la empresa a llevarle un tupper con kimbap.

—Mi chef interior sigue vivo —anunció entrando a la oficina de Taehyun.

Pero no esperaba encontrar allí a una mujer elegantísima, sentada en su sillón, con piernas cruzadas y una sonrisa venenosa.

—¿Y tú eres?

—¿Y tú quién eres? —replicó Hae-Won.

Taehyun entró justo a tiempo para detener la guerra.

—Hae-Won, ella es Yura.

La mujer se levantó.

—Encantada. Soy la ex de tu… esposito falso.

Hae-Won solo murmuró:

Ay, Dios mío… qué capítulo es este…

La tensión podía cortarse con cuchillo. Hae-Won le entregó el tupper a Taehyun sin quitarle la mirada a Yura.

—¿Vienes a reclamar algo? —preguntó Hae-Won con tono inocente.

—Solo a saludar… y a ver qué tan rápido reemplazaron a una mujer como yo.

Taehyun intervino antes de que volaran chopsticks:

—Yura ya se iba.

—Oh, claro. No quiero incomodar a la nueva.

Yura salió con un guiño venenoso.

Hae-Won se dejó caer en el sillón:

—Tú y tus ex… ¿no pudiste salir con una bibliotecaria?

Esa noche, en el sofá, ella le preguntó:

—¿La amaste?

Taehyun respiró hondo.

—Pensé que sí… pero Yura solo quería poder, no a mí. Me costó mucho salir de ahí. No me gusta hablar de eso.

—¿Y ahora?

—Ahora estás tú. Una mujer que quema arroz pero se mete en mi cabeza sin permiso.

Ella sonrió con suavidad.

—¿Sabes qué? Me alegra estar en tu cabeza. Aunque esté ahí con arroz quemado.

Para subir el ánimo, Hae-Won lo arrastró a un karaoke de barrio.
Él, CEO poderoso, terminó cantando “Love Scenario” de iKON con una coreografía inventada.

—¡Esto es chantaje emocional! —gritó mientras ella grababa.

—¡Canta, CEO! ¡Canta como si tu herencia dependiera de eso!

Cuando terminaron, se rieron como dos adolescentes.

—¿Te divertiste?

—Estoy traumatizado, pero sí. Bastante.

En medio de la noche, Hae-Won recibió un mensaje.

“Nos enteramos de tu matrimonio. Te esperamos en la reunión de exalumnos. Queremos conocer a tu esposo.”

—¿Qué es esto…? ¡NO!

Al día siguiente se lo mostró a Taehyun.

—¿Puedes acompañarme como mi esposo falso?

—¿A una reunión universitaria?

—Sí. Donde todos pensaban que iba a morir sola traduciendo subtítulos de dramas.

Taehyun sonrió.

—Entonces, les daremos el show.

Días antes del evento, Hae-Won arrastró a Taehyun a un centro comercial.

—Necesitas ropa más relajada. Eres demasiado CEO.

—Esa es literalmente mi profesión.

—¡Pues ahora serás esposo relajado!

Le probó hoodies, jeans rotos y hasta un bucket hat.

—Pareces un idol en descanso.

—Parezco un desempleado.

—Eso también me sirve.

—Ok, vamos a ensayar. Si alguien nos pregunta cuánto llevamos juntos, ¿qué dices?

—Tres meses.

—¿Y tu parte favorita de mí?

—Tu caos.

—¡No! Eso suena insultante adorable.

—¿Tu risa?

—Ahora sí, pasaste.

De repente, hubo un silencio dulce. Hae-Won lo miró fijamente.

—Taehyun…

—¿Sí?

—Nada. Solo… gracias.

Esa noche, al verla dormida en el sofá con una mascarilla de fresa y una colita deshecha, Taehyun se acercó.
Le quitó el control remoto de la mano y la cubrió con una manta.

La miró por unos segundos.

“Esto se suponía que era un trato… una estrategia.”

Pero ya no podía fingir.
Su corazón la había aceptado como si siempre hubiera sido su hogar.

Y sin querer, lo susurró.

—Hae-Won… estoy perdido contigo.

Capítulo 6 – Cuando el guion se sale de control

La reunión de exalumnos era en un restaurante elegante de Gangnam. Hae-Won salió del baño con un vestido sencillo pero precioso.

—¿Me veo convincente como tu esposa perfecta? —preguntó, girando sobre sí misma.

Taehyun tardó unos segundos en responder.

—No. Te ves demasiado perfecta. Van a pensar que te contraté.

—¡Literalmente me contrataste, CEO!

Él sonrió, pero por dentro, sentía un calor inexplicable.

Al entrar al restaurante, todo se detuvo por un segundo. Hae-Won y Taehyun caminaban del brazo, como si fueran una pareja de revista.

—¿Ese es… tu esposo? —preguntó una excompañera con cara de shock.

—Sí —respondió Hae-Won, orgullosa—. Les presento a Taehyun.

—CEO de MJ Corp —añadió él, como si nada.

Los murmullos explotaron. Hae-Won solo se acercó a él y murmuró:

—Dios, me haces ver como si hubiera ganado la lotería.

—Lo hiciste. Yo soy el premio.

Ella lo pateó suavemente bajo la mesa.

Durante la cena, los exalumnos los rodearon como si fueran celebridades.

—¿Cómo se conocieron?

—¿Dónde fue la propuesta?

—¿Tienen planes de hijos?

Hae-Won improvisaba como actriz de drama.

—Fue amor a primera vista. Él era mi cliente y luego mi… todo.

Taehyun añadió, con voz cálida:

—No tenía idea de que la mujer que me entregaría subtítulos me terminaría traduciendo la vida.

Silencio. Todos suspiraron.

Hae-Won le susurró:
—¿De dónde sacaste eso?

—Pinterest.

Y como si fuera un cliché de manual, apareció Seong-ho, el ex crush de Hae-Won.

—Wow… Hae-Won, has cambiado mucho.

Ella forzó una sonrisa.

—Hola, Seong-ho.

—Jamás imaginé que terminarías con alguien como… él.

Taehyun se acercó con sonrisa de CEO vengativo:

—¿Como yo?

—Sí… tan fuera de su liga.

Taehyun solo dijo:

—Tienes razón. Ella está muy por encima de mí. Pero aún así, me eligió a mí.

Hae-Won tragó saliva. Su corazón latía raro.

Para cerrar la noche, pusieron música.
Taehyun, en modo esposo falso comprometido con el show, le ofreció la mano.

—¿Me concedería esta pieza, señora kim?

—Pensé que odiabas bailar.

—A tu lado, odio menos las cosas.

Ella rió, sonrojada.
Mientras giraban entre luces tenues y viejas canciones, el mundo parecía detenerse.

Y en un momento, él la sostuvo un segundo más de lo necesario.

—Hae-Won… —susurró.

—¿Sí?

—Nada. Solo quería decir tu nombre.

Subieron al auto en silencio. Hae-Won miraba por la ventana. Taehyun, al volante, parecía nervioso.

—Lo hiciste muy bien —dijo ella al fin.

—Tú también. Casi me creo que estamos casados.

Ella rió suavemente.

—A veces yo también.

Silencio otra vez.

—¿Te gustó cuando dije que me habías traducido la vida?

—Demasiado. Odio que seas bueno en esto.

—No fue un guion.

Llegaron al departamento. Hae-Won se quitó los zapatos y se dejó caer en el sofá.

—Estoy muerta.

Taehyun fue a la cocina, le trajo un vaso de agua y se sentó junto a ella.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Dime.

—¿Qué sientes… cuando estamos así? Cuando actuamos… pero no actuamos del todo.

Ella no respondió de inmediato.

—Siento… que esto me gusta más de lo que debería.

Sus ojos se encontraron.

No había música. No había guion.
Solo estaban ellos. Las miradas, el espacio entre sus labios que se achicaba a cada segundo.

Y cuando sus frentes se tocaron, ninguno retrocedió.

El beso fue lento, suave, cuidadoso.

No fue torpe ni impulsivo.

Fue un “te estuve esperando sin saberlo”.

Se separaron, pero no hablaron.
Taehyun acarició su mejilla con el pulgar.

—Perdón, si fue muy…

—No. No lo fue.

Ella apoyó la cabeza en su hombro.

—Estoy confundida. Pero no me quiero alejar.

—Yo también. Y me estoy cansando de fingir.

Esa noche no durmieron juntos.

Pero no porque no quisieran.

Sino porque ambos sabían que después de ese beso, todo sería distinto.

Y querían estar listos.

Porque ya no era un trato.

Era algo mucho más grande.

Y empezaba a doler… y a brillar como el inicio de un amor imposible de negar.

Capítulo 7 – Espuma, accidentes y verdades

Después de días intensos de trabajo, Hae-Won decidió darse un capricho.

—Hoy me doy un baño de estrella de k-drama —dijo emocionada mientras llenaba la enorme tina del baño.

Buscó tutoriales en YouTube: “Cómo hacer un baño de espuma perfecto”.

¿Problema? Usó jabón líquido para lavar platos y sales de baño.
Resultado: una fiesta de burbujas monstruosa.

Taehyun, desde su oficina en casa, escuchó un ¡PLOF! seguido de un ¡AAAAH! y corrió hacia el baño.

—¡Hae-Won! ¿Qué pasó?

Abrió la puerta y se encontró con una escena surreal: espuma por todo el baño, y ella, semideslizada dentro de la tina, solo con los ojos visibles entre las burbujas.

—¡No me juzgues! ¡El video decía que era romántico!

—Esto parece un crimen contra la química —dijo él, aguantándose la risa.

Taehyun dio un paso para ayudarla, pero pisó una toalla empapada.

—¡Cuidado! —gritó Hae-Won.

Demasiado tarde.
Él resbaló con estilo dramático y cayó sobre la espuma.
Ella, intentando detenerlo, también cayó…

justo sobre él.

El resbalón fue tan preciso que sus labios se rozaron al caer.

Ambos se quedaron congelados, como en cámara lenta.

Hae-Won, con el rostro a centímetros del suyo, dijo:

—Creo que esto no estaba en el video.

—Definitivamente no… —murmuró él.

Y sin pensar más, Taehyun la tomó suavemente del rostro y la besó.

Esta vez no hubo dudas.
Fue un beso real.
Largo. Profundo. Y necesario.

La respiración de ambos se aceleró.
Las manos se buscaban sin saber a dónde ir primero.

Entre besos, risas y tropiezos, salieron del baño dejando un camino de toallas mojadas, ropa y espuma flotando por todas partes.

Llegaron a la cama con las bocas hambrientas de amor guardado.

Las luces bajas.
El silencio solo roto por sus suspiros y risas entrecortadas.

Taehyun recorría su espalda con ternura, mientras ella lo acariciaba como si memorizara su piel.

No fue solo deseo.
Fue un momento íntimo, vulnerable, real.

El CEO perfecto se rompía por ella.
Y Hae-Won ya no actuaba.

Sus cuerpos se unieron sin pausa.
No hubo palabras, pero lo entendieron todo.

Los latidos marcaban el ritmo.
Las miradas se fundían.
Era más que una escena romántica.

Era su verdad escondida saliendo a la luz.

Y ninguno quería detenerse.

Al terminar, quedaron lado a lado, con las sábanas a medio cubrir sus cuerpos aún tibios.

Miraban al techo, en silencio… y luego, empezaron a reír.

—¡Nos resbalamos en burbujas! —dijo ella entre carcajadas.

—Y terminamos haciendo el amor —añadió él, cubriéndose la cara con la almohada.

—¿Esto fue romántico o una tragedia acuática con final feliz?

—Ambas. Eres mi desastre favorito.

Hae-Won giró hacia él, aún riendo.

—Bueno, CEO… creo que estamos juntos, ¿no?

Él la miró con esa sonrisa que solo usaba con ella.

—Inseparables —susurró, tocando su nariz con la de ella.

Ella lo abrazó por la cintura.

—Esto ya no es un contrato.

—Nunca lo fue, en realidad.

Esa noche durmieron juntos por primera vez… pero no solo por el acto.

Durmieron entrelazados, respirando al mismo ritmo.

Las burbujas, el caos y el beso accidental se convirtieron en el inicio oficial de su relación… sin papeles, sin contratos, sin mentiras.

Solo ellos dos, y una historia que recién empieza.

Capítulo 8 – Lo que el abuelo sabía

Taehyun entró al despacho del abogado con paso firme.
El Sr. Choi lo recibió con una sonrisa tranquila.

—Taehyun, justo a tiempo. Ya hice la actualización que pediste. Solo falta firmar que estás… oficialmente con la señorita Hae-Won.

Taehyun tomó la pluma sin dudar.

—Estoy con ella. Sin contrato. Sin mentiras.

—Sabía que esto pasaría —respondió el abogado, y sacó de su maletín un sobre.

—¿Qué es eso?

—Una carta que tu abuelo me pidió entregarte… si algún día ella se quedaba más tiempo del que creías.

Taehyun abrió el sobre.
La letra del abuelo era clara, firme, como siempre.
Y el contenido… le tocó el alma.

 Querido Taehyun,

Tal vez cuando leas esto ya no esté contigo.
Pero siempre he sabido algo que tú aún no sabes aceptar:

El amor es impredecible. No se planea, no se compra, no se firma.

Se encuentra donde menos se piensa…
En un error, en una conversación absurda, en una mirada tonta.
Y cuando llegue, no corras. No lo analices. No lo niegues.

Solo… quédate.

Confío en que lo reconocerás.
Y cuando lo hagas, no lo dejes ir.

Con amor,
Tu abuelo.

Taehyun cerró la carta y suspiró profundamente.

—Ese viejo siempre supo más que yo —murmuró, con una sonrisa nostálgica.

Salió del despacho con una decisión tomada.
Iba a demostrarle a Hae-Won que esto no era un contrato con fecha de vencimiento.
Era real.

Y antes de cualquier sorpresa… debía cerrar la historia pendiente.

Yura apareció como siempre: sin avisar, sin pedir permiso, con esa seguridad ensayada.

—Taehyun, tenemos que hablar.

Él no la dejó terminar.

—No, Yura. Ya no hay “nosotros”. No hay “pendientes”. No hay espacio para ti.

—¿Qué te pasa? ¿Estás con esa… chica?

Hae-Won. Se llama Hae-Won.
Y sí, estoy con ella. La respeto, la amo.
Y tú ya no formas parte de mi historia.

Yura intentó responder, pero él fue claro:

—Adiós, Yura. Esta vez, de verdad.

Mientras tanto, Hae-Won caminaba por el campus con los ojos brillando.

—¡Último examen entregado! —dijo en voz alta, estirando los brazos.

Todo parecía alinearse:
Su carrera casi lista, su corazón ligero, su relación con Taehyun floreciendo.

Una amiga le preguntó:

—¿Y ese brillo en tus ojos?

—No lo sé… creo que se llama felicidad.

Taehyun llamó a todos los contactos que podía.
Reservó un restaurante en la azotea de uno de sus hoteles.
Mandó a pedir flores, luces suaves, música en vivo.

—No es una propuesta de matrimonio —aclaró al chef—. Pero sí es una declaración con todo lo que tengo.

Se miró al espejo antes de salir.

—Vamos, CEO romántico, no lo arruines.

Hae-Won llegó al departamento y encontró una caja con un vestido rojo elegante y una nota que decía:

“Póntelo. Te espero a las 8. – Tu ex falso esposo.”

Ella rió tan fuerte que se tiró en el sofá.

—Este hombre está loco. Loco lindo.

Se preparó con esmero, con nervios, con emoción.

Cuando llegó al lugar, quedó sin palabras.

Luces colgando del techo, velas, un cuarteto tocando jazz suave…
Y él, esperándola con traje negro y una rosa blanca en la mano.

—¿Esto es una boda sorpresa?

—No… pero sí es una promesa.
De que no soy tu esposo falso.
Soy tu pareja, tu apoyo, tu enamorado.

Ella se quedó muda.

—Y por cierto —añadió él—, estás preciosa.

Durante la cena, se tomaron las manos, rieron como adolescentes, recordaron el desastre de la tina.

Taehyun la miró fijo.

—No hay contrato que me haga sentir lo que tú haces.
Ni cláusula que explique cómo me cambiaste la vida.

Hae-Won, con lágrimas contenidas, le susurró:

—Yo solo llegué por error…

—Y terminaste siendo mi acierto más grande.

Esa noche no hubo escena dramática.
No hubo interrupciones ni dudas.

Solo ellos, abrazados en la azotea, bailando bajo las estrellas, como si el mundo se hubiera hecho para ellos.

Y mientras Hae-Won apoyaba su cabeza en su pecho, dijo bajito:

—Gracias por elegirme, Taehyun.

Él la besó en la frente.

—Gracias por quedarte, Hae-Won.

Capítulo 9 – Lo que no planeamos

Hae-Won despertó con los rayos del sol entrando por la ventana y el aroma a café recién hecho.
Abrió los ojos y lo vio: Taehyun, en bata, con una bandeja en la mano, entrando en la habitación.

—Buenos días, futura licenciada, actual amor de mi vida —dijo con una sonrisa traviesa.

—¿Y ese desayuno? ¿Te golpeaste la cabeza?

—No, pero si me lo pides, lo hago otra vez por ti.

Ambos rieron. El desayuno tenía forma de corazón. Literalmente.

Cuando Hae-Won revisó su celular, tenía varias llamadas perdidas de su profesora guía.

—¿Qué habrá pasado…? —murmuró.

Llamó de vuelta y la noticia la dejó en shock:

—¡Fuiste seleccionada para un programa internacional de traducción en París! ¡Tienes que confirmar hoy mismo!

Hae-Won quedó congelada. ¿París?

—Pero… eso está del otro lado del mundo…

Durante todo el día, Hae-Won estuvo distraída.
Taehyun notó su mirada perdida y su silencio inusual.

—¿Te pasa algo? ¿Te sientes mal?

Ella negó con la cabeza.

—No… bueno… sí. Me ofrecieron una beca. En París. Seis meses.

Taehyun parpadeó.
Todo en él se tensó por dentro, pero solo dijo:

—Wow. París… Eso es… increíble.

—Sí. Increíble y aterrador.

Esa noche, Hae-Won miraba por la ventana del departamento.
Taehyun se le acercó por detrás, abrazándola.

—Si vas… ¿me extrañarás?

—Como una loca.

—¿Y si no vuelves?

Ella lo miró con una sonrisa triste.

—Tú eres lo único que me haría volver.

Taehyun decidió distraerla.

—Vístete. Vamos a salir.

—¿A dónde?

—A cometer una locura.

Treinta minutos después, estaban en una pista de patinaje sobre hielo… disfrazados.
Él era un oso gigante. Ella, un hotdog.
Y sí, patinaron en medio de niños riéndose.

—¿Esto es serio? —preguntó Hae-Won riendo.

—Nada que hacemos es serio. Pero tú y yo sí lo somos.

Ella se cayó. Él también. Ambos terminaron rodando como bolitas de suchi.

Esa noche, mientras se reían del día, Hae-Won sintió un leve mareo.

—Uff… creo que me pasé de azúcar.

Taehyun la ayudó a sentarse, pero su cara se tornó seria.

—¿Te ha pasado antes?

—No. Es solo un bajón.

Pero al día siguiente, los mareos siguieron.
Y las náuseas.

Hae-Won, preocupada, fue a la farmacia.

Compró una prueba.

Y en el baño, miró el resultado.

Dos líneas. Positivo.

Estuvo una hora sentada en el piso del baño.
La prueba en la mano. El corazón desbocado.

—¿Qué hago? ¿Y París? ¿Y Taehyun?

Él la llamó desde el otro cuarto.

—¡Hae-Won, la cena está lista!

—¡Ya voy! —gritó con voz temblorosa.

Se lavó la cara. Guardó la prueba en su bolso.
Pero esa noche… no probó bocado.

Al día siguiente, Hae-Won le pidió a Taehyun que la acompañara a caminar.
En un parque, se detuvo, lo miró y dijo:

—Tengo que decirte algo. Y no sé cómo.

Él la miró con ternura.

—¿Te vas a París?

—No… o sí. No lo sé. Taehyun… estoy embarazada.

El silencio fue absoluto.
Y luego, los ojos de él se agrandaron.

—¿Qué? ¿Cómo? ¿Estás segura?

—Lo comprobé tres veces.

Hae-Won se preparó para lo peor. Para la duda. Para el miedo.
Pero en cambio, Taehyun… sonrió.

Una sonrisa tan grande, tan sincera, que ella se quedó paralizada.

—¿Estás feliz?

—Estoy alucinando. Estoy emocionado. Estoy… en chock. ¡Voy a ser papá!

Y luego gritó como loco:

—¡VOY A SER PAPÁ!

Una señora lo miró raro.
Un niño aplaudió.
Hae-Won se rió hasta llorar.

Esa noche, en el sofá, abrazados, Taehyun acariciaba su vientre.

—No sabía que podía amar tanto a algo que aún no existe.

—¿Y París?

—Tal vez pueda esperarme. Tal vez yo pueda ir más adelante.

—O tal vez podamos ir los tres.

Él la miró.

—¿Te casarías conmigo… por segunda vez?

Ella sonrió.

—Solo si esta vez es sin errores.

Ambos rieron.
Y ahí, en medio del caos, del amor, del futuro incierto, supieron que estaban exactamente donde debían estar.

Capítulo 10 – Y entonces fuimos tres

Hae-Won se quedó.
Dejó pasar la beca. No fue una decisión fácil, pero al sentir la mano de Taehyun sobre su vientre y el latido de ese pequeño corazón, supo que su lugar estaba allí.

—Ya viajaremos… cuando ella quiera ver París —dijo mientras acariciaba su pancita apenas visible.

Taehyun no podía dejar de sonreír.

—Mi reina se queda conmigo… y con nuestra mini reina.

Fueron juntos a comprar cosas para la bebé.

—¡Todo rosa no! —dijo Hae-Won, haciendo un puchero.

—Ok, ok. Pero el cochecito tiene que tener luces LED. Y Bluetooth.

—¡Es una bebé, no una discoteca!

Terminaron comprando un coche rosa con luces. Hae-Won rodó los ojos mientras Taehyun hacía pruebas en el pasillo como si fuera un piloto de carreras.

—¡Mira cómo gira!

Una señora murmuró: “Ese papá ya está peor que el bebé”.

Transformaron una habitación del departamento en el cuarto de la bebé.

—Este oso mide más que tú —bromeó Hae-Won al ver el peluche gigante que Taehyun trajo.

—Es para protegerla. Anti-pesadillas 3000.

Pintaron la pared con tonos pastel, pegaron estrellas que brillaban en la oscuridad, y pusieron un cartel de madera que decía: “Bienvenida, Hana”.

Hae-Won lo miró con los ojos aguados.

—No hemos hablado de nombres aún…

—Ese es su nombre. Lo decidí la primera vez que escuché su corazón.

Taehyun aprendió a hacer ramen a las 3:00 a.m.

Aprendió a decir “sí, mi amor” sin preguntar por qué.

Aprendió que cuando ella lloraba por una canción triste de dibujos animados, solo tenía que abrazarla.

Y un día, sin explicación, ella pidió:

—Quiero helado de mango. Con salsa de soja. Y papas.

Él palideció.

—Eso… eso no existe.

—Entonces invéntalo.

Y lo hizo. Sufrió… pero lo hizo.

Taehyun se obsesionó con su pancita.

Le hablaba, le cantaba, le ponía audífonos con música clásica.

—¿No crees que eso es demasiado? —decía Hae-Won riendo.

—Quiero que salga con inteligencia avanzada. Y que sepa que su papá la ama más que a nada.

Hae-Won lo miraba con tanto amor, que a veces creía que su corazón no le cabía en el pecho.

—Miren esa naricita —dijo la doctora.

—¡Es igualita a ti! —exclamó Hae-Won.

—No, no, espera. Esa forma de la frente… es Taehyun total —añadió la doctora entre risas.

Taehyun lloró.

Literalmente.

Con sollozos y todo.

—Es que… ya la amo tanto y ni siquiera la conozco…

Hae-Won le apretó la mano.

—Ella te va a amar más. De eso estoy segura.

Un día, antes del nacimiento, Taehyun llevó a Hae-Won al lugar donde se casaron “por error”.

—Aquí empezó todo —dijo él.

—Sí, por tu culpa 

Ambos rieron.

Luego él sacó un anillo.

—¿Qué haces?

—Esto ya no es un contrato. Esto es amor. Vida. Familia.

Se arrodilló.

—¿Te casas conmigo, ahora de verdad?

Ella, con ocho meses de embarazo, hinchada y con náuseas, lloró.

—Sí, Taehyun. Mil veces sí.

Fue una madrugada lluviosa.
Hae-Won despertó con contracciones.

—¡Taehyun! ¡Es hora!

Él saltó de la cama. Se puso los pantalones al revés. Agarró una sandía creyendo que era su bolso. Gritó:

—¡¡MI AMOR VAMOS A PARIR!!

—¡No digas “vamos”! ¡La que va a parir soy YO!

En el hospital, él lloró de nuevo. Ella lo insultó durante el parto. Luego le apretó tanto la mano que creyó que se la rompería.

Y entonces…
El llanto más hermoso del mundo.

—3.2 kilos. Salud perfecta. Es una guerrera.

La pusieron sobre el pecho de Hae-Won. Taehyun no podía dejar de mirarlas.

—Hola, Hana… soy tu papá. Perdón por llorar tanto, es que… no sabía que se podía amar así.

Ella abrió los ojos.
Taehyun jura hasta hoy que en ese momento, sonrió.

Hae-Won le acarició la mejilla.

—Lo hicimos, CEO.

—Lo hicimos, amor mío.

En casa, los tres se acurrucaron en la cama.

Hae-Won, con Hana en brazos, miró a Taehyun.

—¿Crees que lo haremos bien?

—Vamos a equivocarnos mil veces… pero el amor nos va a guiar.

Se besaron suave.

Y en el fondo de la habitación, colgando sobre la cuna, se leía un cartel:
“De un error… nació el amor más real”.

Y así, empezó su mejor capítulo.

Capítulo 11 – Papás en entrenamiento

A los pocos días del nacimiento, Hae-Won y Taehyun aprendieron lo que era el verdadero terror:

—¿Por qué llora? —preguntaba él, medio dormido.

—No sé. Ya comió, ya le cambié el pañal…

—¿Entonces?

—Tal vez… quiere torturarnos.

Ambos miraron a Hana, que los observaba con ojitos inocentes mientras chillaba como sirena de ambulancia.

A los dos meses, Taehyun ya no aguantaba más estar lejos de su hija.

—La voy a llevar a la empresa.

—¿¡Qué!? ¡No puedes llevarla a una reunión de inversionistas!

—Claro que sí. Le pondré su diadema con orejitas. Así sabrán quién manda.

Y así fue.

La llevó en un portabebé ergonómico último modelo.

Los empleados quedaron boquiabiertos.

—¿Quién es esa cosita preciosa?

—Mi jefa —respondía Taehyun, serio.

Taehyun decoró su oficina con juguetes sensoriales, móviles de colores y hasta un tapete de estimulación.

—¿Qué haces?

—Estimulación temprana. Hana va a ser la niña más inteligente de Corea.

Hae-Won lo encontró mostrándole tarjetas de colores y diciendo:

—Esto es un triángulo. Repítelo, hija. Trián-gu-lo.

Hana se tiró un gas.

—¡¡Eso fue un sí!!

Hae-Won, por su parte, ya dominaba el arte de dormir con un solo ojo abierto, preparar leche a oscuras y cambiar pañales a velocidad olímpica.

—Me llamaban la emperatriz de la multitarea —bromeaba.

—¿Quién?

—Yo misma, en mi mente delirante por falta de sueño.

Una noche, mientras Taehyun imitaba a un gato con acento francés (nadie sabe por qué), Hana soltó una risa.

Una risa real.

Ambos se miraron, en shock, y luego gritaron:

—¡¡¡RIIIIÓOOO!!! ¡¡SÍ!!

Corrieron por el departamento, grabaron videos, llamaron a todos sus contactos.

Hana los miraba como si pensara: “Estos locos me tocaron de padres…”

Un domingo, salieron al parque con su cochecito de lujo.

—Cuidado con los pájaros —decía Taehyun, mirando el cielo como si esperara un ataque aéreo.

—Cuidado tú con los niños en patines, casi te atropellan.

—¡Nadie tocará a Hana!

En la banca del parque, comieron helado, y Hae-Won susurró:

—Es el día más feliz de mi vida.

—El mío también… y creo que Hana acaba de hacer caca.

—¿Y si la estamos malcriando?

—¿Y si no?

—¿Y si le gusta el reggaetón?

—¡Entonces bailaremos con ella!

Eran nuevos en todo. Torpes a veces. Ridículos muchas otras. Pero se miraban y sabían:

—Estamos aprendiendo. Y lo estamos haciendo juntos.

Esa noche, después de dormir a Hana con una nana improvisada (en ritmo de rap, cortesía de Taehyun), Hae-Won apoyó su cabeza en su hombro.

—¿Sabes? Creo que esto era lo que me faltaba para ser feliz.

—Tú eras lo que me faltaba a mí.

Se besaron.
Y desde la cuna, Hana soltó un pequeño sonido.

—¿Tú también estás de acuerdo, princesa?

La respuesta fue un eructito.

Ambos rieron.

La casa estaba en silencio por primera vez en días. Hana dormía, abrazada a su peluche favorito, mientras Hae-won y Taehyun se recostaban juntos en el sofá, tapados con una manta.

—¿Recuerdas cuando todo comenzó? —dijo ella, jugando con los dedos de él—. Solo éramos dos extraños atrapados en un contrato por herencia.

—Y ahora somos tres… —susurró Taehyun, besándole la frente—. El mejor error de nuestras vidas.

Ambos miraron una vieja libreta donde habían anotado cosas para “sobrevivir” al matrimonio falso. Entre esas reglas estaba:
“No enamorarse. No involucrarse. Separarse pronto.”

Fallaron en todo.

Ganaron todo.

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